viernes, 10 de septiembre de 2010

LA DIVINA PEREZA

El lugar desaparece pero el espacio persiste.

Desaparece el recuerdo pero el olvido persiste.

Desaparece el dolor pero la muerte persiste.

Se podría decir
que la persistencia persiste
aunque te asfixies con un hueso de pollo
o la espina de un pescado improcedente.

Conjugar un verbo puede ser amargo
sobre todo en el participio
pero también es desolada
la multitud, el hambre, la sinrazón,
el abuso, la iniquidad, la cobardía y el sobresalto...

Sin embargo, estamos inmersos hasta el cuello y las bruces
en todo cuanto nos espanta y nos vive
como el vacío de una botella con el corcho precintado.

El ojo que nos mira, la mirada que nos ve,
pero sobre todo
la siesta larga, eterna y tranquila
de quien vela por nosotros. Amén.

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