sábado, 18 de junio de 2011

.EL TREN DE MEDIANOCHE



Conté los pasos que hay desde mi mesa de trabajo hasta el silloncito al sol.
Uno, dos tres.
Tres, debo reconocer que mi casa no es muy grande.
Frente a mi poltrona, casi siempre cómoda, la pantalla delgadísima del nuevo televisor que me recomendó Javier.
Es una pantalla negra y presuntuosa que no encaja demasiado entre los estantes de mis libros envejecidos y los cuadros de algún amigo que se fue. Pero desde allí asoman calles de lejanos lugares, noticias de credibilidad escasa y recomendaciones de qué debo beber, qué debo comer y cómo debo lavar.
Si a esto añado que de vez en cuando un silencio espeso me hace compañía, se podría deducir que todo va bien.
Así que tomando lo bueno por lo habido y lo habido por lo recordado espero no molestar demasiado si un día de esos  me decido a tomar el tren.

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