Se persiguen las calles
y nunca se alcanzan.
Los árboles levantan sus ramas
en ruegos sin escucha
y permanecen desnudos
en los jardines de asfalto
como caracolas vencidos.
Viajeros sin rumbo
asumen sus casas como un destino
y el eco de sus pisadas
son nada y carecen de sentido.
Ciego caminante que crees estar vivo,
sólo te salvará el saber
que detrás de las montañas,
siempre hay un niño
comiéndose una margarita.
domingo, 24 de enero de 2010
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